10 pasos para conseguir una cita adicional en el Seguro de Salud
En el panorama de las artes escénicas actuales “10 pasos para conseguir una cita adicional de seguro de salud” sorprende en muchos sentidos. Sorprende, en primer lugar, porque desde el arranque arremete contra todos los estereotipos que muchos tienen sobre la producción estética: “el arte solo debe plantear preguntas”, “el arte solo debe producir un placer a los sentidos” “el arte trabaja con símbolos y metáforas, no con declaraciones”, “el arte no debe transmitir ideas”, etc. Nada de eso ocurre aquí. Con riesgo y con coraje, la obra hace todo lo contrario a lo que dicen esas frases bonitas, y lo hace muy bien, y sigue siendo arte.
Sorprende, además, por la cantidad de recursos escénicos que se utilizan y que logran orquestarse de la mejor manera: más allá de una escenografía precisa, más allá de un soporte técnico adecuado, la obra parte de un testimonio personal, pero tiene la habilidad de colocarlo al interior de una historia que lo antecede y que lo excede: la historia de la salud publica en el Perú. No solo eso: los versos de Pablo Guevara (aquellos de su poemario “Hospital”, escrito nada menos que en el Rebagliati, poco antes de morir) se convierten en parte de las columnas que van a sostener la historia.
La historia es la del desgarro, la pérdida de toda dignidad y la impotencia. Es la historia de un maltrato histórico y de una injusticia social permanente. Es la historia de nuestro fracaso como país: ni en los momentos en los que nos dijeron que íbamos bien, el sistema de salud fue tomado en serio. La obra deja en claro que el modelo económico actual (que excluye sin culpa) contribuye a un deterioro cada vez mayor.
Esta es una obra sobre la impotencia del sujeto frente a la estructura, del ciudadano frente a una institución en la que hay que desarrollar innumerables estrategias para no terminar muertos. El guión y los recursos escénicos juegan hábilmente poniéndolas en escena, mimetizándolas, presentándolas con el más crudo realismo. Todo el proceso de aprender a moverse en un hospital público (formas de hablar, lugares donde sentarse, miradas y gestos, etc.) no ofrecen, sin embargo, ninguna garantía. En el Perú, en efecto, nunca hay garantías para nada: solo el azar, la informalidad, el estrellarse permanentemente ante lo precario, la pura sobrevivencia. Los espectadores quedamos atrapados entre el reconocimiento y la sorpresa, entre la risa y la indignación, entre la desesperanza y la rebeldía.
El final es sorprendente porque introduce una variable más de la exclusión social que los indicadores neoliberales nunca llegan a reconocer. No diré aquí de qué se trata, pero sí que, frente al absoluto deterioro en el que vivimos, esta obra enriquece nuestra esfera pública.
Como dramaturga, como actriz, como performer y como activista, Gloria Lescano (bajo la dirección de Josué Castañeda) nos ha entregado una obra en la que, debajo de esa impotencia, detrás de ese tremendo horror, podemos encontrar un mensaje diferente: insistir, resistir, nunca claudicar. Y esto por amor a los nuestros, por ese terco compromiso hacia el país y por esa incansable fidelidad al arte.