Todos los peruanos sabemos que la policía  está llena de efectivos corruptos. Muchos hemos sido víctimas de ellos. Las autoridades también lo saben, pero lo ocultan sistemáticamente porque muchas de ellas también son corruptas. La autocrítica, que implica coraje, se entiende como debilidad en nuestro país. Nadie se anima a hacer reformas de fondo. Nadie se anima, por ejemplo, a revisar el plan de estudios que actualmente existe en la escuela de policías.

¿Qué estudian los policías? Un plan nuevo debería incluir, al menos, un curso de cine y derechos humanos, y otro de poesía y otro de arte. De hecho, hay algo en la noción de realidad, en la visión del mundo, en el posicionamiento ante el otro, en la sensibilidad mínima, que debe cambiar en la policía. La capacitación que hoy reciben los oficiales parece pésima. 

Los policías peruanos necesitan una formación humanística mayor. Criticar a una institución -revelar su verdad- es parte del acuerdo democrático. Es una pena que el coronel Víctor Zanabria no sepa para qué sirve el arte ni qué es el humor. “El propósito de un chiste –sostuvo Orwell– no es degradar al ser humano sino recordarle que ya está degradado”. Reconocer esto es el primer y verdadero paso para hacer algo nuevo.