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Mávila Huertas y el marxismo

Publicado: 2021-07-22


De un tiempo a esta parte, el nombre de Marx se ha vuelto impronunciable en la política peruana al punto de que, nuevamente, ha comenzado a activarse todo un aparato inquisitorial destinado a perseguirlo, censurarlo y expulsarlo de la esfera pública. Sabemos bien que el Perú es un país de retrocesos permanentes, pero algunos dudaban que fuésemos a regresar a la década del 30 cuando se prohibió al Partido Comunista y al Apra, o a la década del 50 cuando los marxistas fueron perseguidos bajo la dictadura del General Manuel A. Odría. 

Posicionándose casi como una extirpadora de idolatrías, pero ya no localizada en la provincia de Huarochirí, la periodista Mávila Huertas le preguntó hace un par de días, inquisitorialmente, a Jorge Spelucín si era marxista o no, pero no lo hizo como una inquietud para abrir la posibilidad de exponer ideas (nuevas o viejas) sino para censurarlo. No hay que saber mucho de análisis de discurso para notar que la pregunta de Mávila Huertas era un acto de prohibición al interior de una profunda ignorancia.

¿Qué saben algunos políticos y periodistas peruanos sobre Marx y el marxismo? ¿Saben por ejemplo que Marx defendió la libertad de prensa y que fue expulsado de Alemania por un régimen que la prohibía y que censuraba toda crítica? ¿Saben que, en las primeras páginas del Manifiesto Comunista, Marx llena de elogios la productividad del capitalismo y la constitución de un mercado mundial? ¿Saben que, en una de las tesis de Feuberbach, sostuvo que “la vida social es esencialmente práctica” y que leía con devoción The Economist? ¿Saben que Isaiah Berlin, pensador liberal, escribió una hermosa y muy halagadora biografía de Marx? “Marx defendió los grandes ideales burgueses de la libertad, la razón y el progreso, pero quiso saber por qué tendían a traicionarse a sí mismos cada vez que se ponían en práctica”, ha dicho Terry Eagleton. ¿Qué sabe, Mávila Huertas, de Marx más allá del estereotipo? ¿Acaso se interesa por saber?

Una de las cosas mínimas que todos podríamos saber es que Marx concentra todos sus esfuerzos en estudiar al capitalismo y no en describir a una futura sociedad comunista. El capitalismo es, por excelencia, el gran producto de la modernidad y Marx fue un pensador que lo convirtió en un objeto de reflexión económica y filosófica. En El Capital se dio cuenta de que mucho de la vida social está oculta (por sus mediaciones y demás) y que era necesario volverlo explícito teóricamente. En grandes páginas, intentó mostrar cómo surgió el capitalismo, pero, sobre todo, se propuso explicar las leyes que lo rigen y sus principales contradicciones. Marx observó de que los seres humanos habíamos perdido el control sobre un sistema económico que había comenzado a girar, desquiciadamente, solo sobre sí mismo. Lo han dicho muchos: las crisis permanentes del capitalismo demuestran siempre la actualidad del pensamiento de Marx.

Aunque nunca han dejado de leerse, luego de la crisis del 2008, los libros de Marx volvieron a ponerse en escena y a activar nuevos debates académicos y políticos. Hoy los pensadores marxistas no son restos de una academia pasada de moda, sino que se han vuelto algunas de las figuras más importantes en el pensamiento actual. En filosofía son fundamentales los libros de Alain Badiou, Slavoj Žižek y Kojin Karatani, entre otros; en historia, el mítico Perry Anderson y hoy el notable Enzo Traverso; en geografía, David Harvey; en el feminismo, Silvia Federici; en teoría estética, Fredric Jameson, Terry Eagleton o Jacques Rancière, solo por citar pocos nombres. Más allá de la lucidez fundadora de Mariátegui, en el Perú han sido decisivos los estudios de Aníbal Quijano (cuya influencia internacional crece día a día) y hoy de Guillermo Rochabrún quien, dicho sea de paso, acaba de publicar un libro fundamental titulado El capital de Marx: afirmación y replanteamiento, que quiero recomendar con entusiasmo (pueden adquirirlo buscando en el Facebook de la editorial Ande). Si alguien en este momento está pensando que no he nombrado economistas marxistas de muy alto prestigio, aquí una lista que yo también debo comenzar a investigar y que me la pasó, generosamente, un economista austriaco: Anwar Shaikh, Ben Fine, Michel Aglietta, Gerard Dumenil, Alfredo Saad/Filho, Richard Wolf, Radihka Desai o el alucinado Michael Roberts, un exagente de bolsa que, al fin, mira ese sector desde otro lugar.

En todo caso, la crisis que vivimos en el país no refiere solo a un Estado hoy ineficiente, corrupto y, sin duda, históricamente excluyente. La crisis que vivimos se estructura también por la asunción pasiva de un modelo económico que legitima la explotación laboral en sus múltiples formas. El capitalismo genera una enorme riqueza (¡qué duda cabe!) pero lo hace colocando a la mayoría de las personas bajo pésimas condiciones de trabajo y, sobre todo, naturalizando la desigualdad y la jerarquía. Esto se agrava, aún más, en un país como el Perú, cargado de una tremenda herencia colonial, donde el trabajo está racializado. Un ejemplo de ello son los canales de televisión, América y N, cuyas políticas de contrataciones mejor no conviene ahondar aquí. Para la mayoría de gente (en el Perú, en el mundo) el trabajo en la sociedad capitalista es, mucho más, una nueva forma de esclavitud que una instancia de realización personal. Más allá del brillo seductor de la circulación de las mercancías y del consumo de las mismas, observar el mundo de la producción y del trabajo humano muestra otra dura realidad. Los trabajadores de Amazon lo saben bien. Los que fríen hamburguesas en la cadena Bembos, igual.

Para evitar confusiones, sostengamos que una cosa es la crítica al capitalismo y otra la construcción histórica de los comunismos que han existido y cuyos modelos autoritarios todos tenemos que cuestionar y, en este momento, no dudar de solidarizarnos con el pueblo cubano sometido a una verdadera dictadura. Pero si ser comunista implica el esfuerzo por pensar alternativas al capitalismo y por proponer políticas que busquen mayor igualdad y justicia entre todos los ciudadanos del mundo, entonces bienvenido el comunismo y todos podríamos reconocernos en esa idea, o en esa práctica. No fue Marx, sino el profeta Ezequiel, cuyo libro se encuentra en la Biblia quien sostuvo que “el hombre justo no presta para cobrar interés” y, desde ahí, activó la crítica a todo este sistema económico que endiosa la avaricia y que degrada todas las posibilidades de lo humano. ¿Es el profeta Ezequiel un “neosenderista” tal como hoy los “neoliberales criollos” nos nombran a muchos?

En un libro titulado En el mundo al interior del capital, el filósofo alemán Peter Sloterdijk sostuvo lo siguiente: “El hecho principal de la edad moderna no es que la tierra gire en torno al sol, sino que el dinero lo haga en torno a la tierra”. Shakespeare y Goethe también se habían quejado de ello. Sostengamos que el capitalismo de hoy no se reduce solo a ser una formación económica, sino que ha tomado la política y la cultura. Más que nunca, se ha vuelto un modelo autoritario que nadie puede ni debe cuestionar. En su versión neoliberal, el capitalismo actual no quiere cuestionamientos ni nada que lo contradiga. Es un sistema que día a día se apropia de lo común, destruye lo público y se impone a la fuerza. Hoy, los neoliberales son los adalides de un proyecto absolutamente dogmático que niega la legitimidad de los conflictos sociales, desconfía de todo intento de participación democrática y “terruquea” a todos los que lo cuestionan. Hoy –lo han dicho muchos– el capital se encuentra más concentrado que nunca y se comporta de una forma abiertamente depredatoria.

¿Qué está sucediendo con la periodista Mávila Huertas que, con ese tipo de preguntas, insiste en ponerse al mismo nivel de alguien como Jorge Montoya, cuyo grado de 'almirante' demuestra la gran crisis institucional (y educativa) al interior de las Fuerzas Armadas? Luego de su penoso papel durante la segunda vuelta, ¿está buscando activar una nueva “cacería de brujas”? ¿Quiénes son los asesores económicos del programa 20-21? ¿Esos que redujeron el gasto público para beneficiar solo a los privados? ¿Esos que no se dieron cuenta de que no había camas en los hospitales públicos de todo el país? Nadie le pide a Mávila Huertas que defina qué es el “trabajo abstracto”, qué es la “plusvalía relativa” o qué consecuencias, a nivel global, tiene la “caída tendencial de la tasa de ganancia”, pero al menos (al menos, para informarse), la periodista podría leer el primer capítulo de La ideología alemana o los primeros acápites del tercer manuscrito económico-filosófico, o quizá el capítulo de El Capital titulado 'La jornada laboral' que Marx construyó, no sobre sus propias ideas, sino sobre los informes de los inspectores que el gobierno británico enviaba a las distintas fábricas del país. Al menos, sobre Marx habría que saber que la suya es una obra abierta –inconclusa, inclusive– que siempre está buscando reformularse a razón de una constatación básica: la naturaleza del capitalismo es cambiante y, por tanto, las herramientas y categorías de análisis deben estar siempre sometidas a revisión y debate.

César Vallejo, marxista convicto y confeso, escribió un verso que hoy podemos leer como una crítica a todo el modelo neoliberal que venimos sufriendo desde hace 30 años. El verso –dialéctico– es el siguiente "¿No subimos acaso para abajo?" Digamos que, con las nuevas formas de explotación laboral, con la destrucción ecológica que propicia, con su autoritarismo político, con su absoluto desprecio por lo público, con su frivolidad mercantil, con su injusticia constitutiva, es claro que el capitalismo no nos conduce al desarrollo sino a una mayor degradación de la vida y a un verdadero desastre planetario (dicho sea de paso: el libro de John Bellamy Foster, Marx y la ecología, es notable y lo recomiendo también). En esta campaña electoral hemos vuelto a comprobar, con horror, cómo algunos periodistas (y economistas) han dejado de hacerse preguntas, de dudar y solo se han dedicado a reforzar una cultura basada en los estereotipos y en la ignorancia. Terminemos, sin embargo, con una frase más fértil. José Carlos Mariátegui, periodista verdadero, marxista convicto y confeso, escribió en 1925:

“La revolución será para los pobres no solo la conquista del pan, sino también de la belleza, del arte, del pensamiento y de todas las complacencias del espíritu.”



Escrito por

Victor Vich

Crítico literario. Doctor Georgetown University, EEUU. Enseña en la PUCP. Ex-profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes.


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