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Deconstruyendo el escudo nacional

Un comentario sobre la muestra de Liliana Avalos: Escuderas: Identidad y nación.

Publicado: 2021-05-11


El arte es un artefacto político para que la sociedad reflexione sobre sí misma. Es un dispositivo para cartografiar el pasado, para apuntar hacia el presente y para observar un conjunto de latencias no desarrolladas que podrían activarse en el futuro. La notable exposición que la artista Liliana Avalos expone actualmente en la galería del Centro Cultural Ricardo Palma demuestra la potencia del arte para representar el país y la importancia que este debería tener en colegios, universidades y en el debate político actual.

La muestra presenta 11 escudos peruanos, a manera de cojines, que han sido bordados, con distintas técnicas que dan cuenta de la heterogeneidad cultural del Perú. Encontramos ahí formas que vienen de la tradición asháninka, de las arpilleras de Huaycán, de los mates burilados de la sierra central. La artista, que ha trabajado con personas de cada una de estas comunidades, ha aprendido sus formas de tejer a fin de elaborar estos objetos que desafían todo discurso “nacionalista”.

Irma cociendo / 40 X 32 cm

Lo que quiero decir es que ésta no es una muestra destinada a celebrar la diversidad del patrimonio cultural del Perú. En las últimas décadas, la apología de la diversidad ha tenido como contrapeso la invisibilización de la desigualdad. De nada sirve celebrar lo diverso, si eso diverso continúa sometido a formas de exclusión y dominación social. La simple apología de la “riqueza cultural” de lo diverso resulta ofensiva cuando no hay camas UCI, cuando no hay oxígeno, cuando todo el sistema económico ha sido diseñado para que algunos se aprovechen lucrando con lo que debería ser igual para todos.

Por eso mismo, en el centro de estos escudos no encontramos los conocidos elementos que lo configuran, sino imágenes de mujeres anónimas del pasado y del presente. Lejos de cualquier estereotipo o imagen de cliché, la artista le ha interesado mostrar el anonimato mismo como una manera de sacar a la luz lo que ha sido sistemáticamente excluido en la construcción del país. De todas formas, más que a sujetos excluidos, vemos aquí oficios, formas de trabajo que continúan sometidas a colonialidades diversas. Lejos de ser un espacio idealizado, el mercado parece ser aquí un nuevo agente productor de la desigualdad.

Estos escudos desconstruyen la narrativa clásica de la nación en el Perú. Deconstruyen su patriarcalismo constitutivo (y constituyente) y desestabilizan al mercado como instancia de libertad. ¿Son libres las mujeres que trabajan actualmente en las agroexportadoras de Ica? En realidad, estos escudos se deconstruyen a sí mismos porque lo excluido es la negación misma de toda idea de comunidad. Una comunidad con un grado tan alto de exclusiones no es una comunidad. Al negarse a incluir los símbolos y colores tradicionales, estos escudos sostienen que la historia oficial del Perú (esa que nos siguen enseñando en los colegios) es solo la autobiografía de una elite que hoy se recompone con mucha fuerza y que poco tiene que ver con la vida diaria de las grandes mayorías.

Vendedora de abarrotes / 38 x 32 cm

Nuestros políticos no saben de arte. En realidad, no saben de casi nada. La crisis educativa en el país pasa por el descuido de las humanidades y de las artes. Hace poco un amigo me comentaba que a su hijo, que estudia en un colegio público en el Rímac, no le enseñaban nada de arte y sí sofismas de “emprendedurismo” y demás. La muestra de Liliana Avalos debería ser mostrada y discutida en todos los colegios del Perú.


Escuderas: Identidad y nación, exposición curada por la antropóloga visual Karen Bernedo. La muestra va hasta el 16 de mayo en la Sala 770 del Centro Cultural Ricardo Palma.


 


Escrito por

Victor Vich

Crítico literario. Doctor Georgetown University, EEUU. Enseña en la PUCP. Ex-profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes.


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