Beckett en casa:
proeza en la dramaturgia
El equipo de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA) ha conseguido, durante este encierro que continúa, que comencemos a sentirnos en el teatro sin estar en el teatro. Sin miedo, este grupo de artistas ha decidido apropiarse de los recursos técnicos disponibles para construir una dramaturgia diferente y producir una estética innovadora. Ellos han demostrado, con coraje, lo que puede hacerse bajo condiciones mínimas y en el medio de un gran desaliento. El gran equipo de la AAA vuelve a sorprendernos por la humildad que los caracteriza y por esa pasión que los hace vibrar, nuevamente, en el medio del absurdo.
No es una obra fácil. No es un texto ligeramente asimilable. No es una serie de Netflix ni tampoco un comercial meloso como ese de Alicorp que hoy se pasa por todos los canales de televisión. El guión de Beckett (siempre sin acciones que podamos llamar verdaderamente “acciones”) es astuto en tejer viejas relaciones de poder con tercas estrategias de resistencia que desgraciadamente no conducen a ningún lado. Esta obra muestra que la vida (en la que nunca nada está fijo) siempre trae consigo una traba, un límite, algo que impide, o que hace muy difícil, una reinvención o un cambio radical. Con desgarro, muestra los límites de la agencia humana en el medio de un panorama claustrofóbico y sin sentido.
Más allá de ello, sin embargo, el equipo de la AAA ha logrado articular una asombrosa producción hecha sobre la base de recursos provenientes del cine, del video clip y del arte digital, entre otros, pero siempre bajo el control de un grupo de actores que saben que están haciendo teatro y no otra cosa. ¿Cómo hacer teatro utilizando la técnica del montaje si el montaje fílmico no es propiamente un recurso del lenguaje dramático? La respuesta no puede ser otra que hibridizando el montaje. En esta propuesta, en efecto, dicha técnica rompe sus convenciones clásicas para cambiar de función en la búsqueda de nuevas experiencias teatrales. La permanente experimentación con el montaje tiene como finalidad teatralizar la experiencia escénica no solo estableciendo conexiones entre los propios actores sino, sobre todo, frente al espectador aislado en su propia casa. La construcción de paralelas permite experimentar el juego técnico de otra manera y sentir nuevamente el ethos teatro bajo otro paradigma.
En los últimos meses, he participado de algunos conversatorios donde se ha discutido si este tipo de “teatro virtual” es “teatro”. La discusión ha sido importante pero finalmente vana. Desde hace un tiempo, muchos filósofos han demostrado que las esencias siempre están reinventándose, que toda esencia cambia y, por eso mismo, podemos dudar si las esencias existen o si toda esencia es verdaderamente “esencial”. Hoy, bajo este contexto de dura cuarentena, el teatro intenta reinventarse y solo el futuro dirá cuánto él mismo podrá apropiarse de estos aprendizajes y cuántas nuevas líneas de experimentación teatral podrán abrirse.
Alain Badiou ha sostenido que el teatro es un género que exige coraje: coraje del actor para salir del instante y volverlo eterno. Coraje del espectador para repensarse más allá de toda autocomplacencia. Y coraje de una comunidad para buscar otra estética –otra representación– sobre sí misma. Hoy sabemos bien que estos tiempos exigen coraje en muchos otros sentidos. Si algún académico decidiera escribir la historia del teatro peruano del siglo XXI, tendría que dedicar unas páginas a lo ocurrido en la escena durante los meses de la pandemia. Lo hecho (con Beckett) por la Asociación de Artistas Aficionados es sin duda lo más notable.
La obra podrá verse en dos funciones más, entrando al facebook de la AAA, los sábados 18 y 25 de julio a las 9:00 pm.
Generosidad de ellos y de los espectadores: sombrero por transferencia bancaria.