En su breve tratado sobre el poder, el filósofo Byun-Chul Han propone una nueva interpretación sobre el pensamiento de Nietzsche. Sostiene que el reverso de la “voluntad de poder” es una ética basada en una amabilidad desinteresada y sin deseos. La “voluntad de poder”, amiga de la justicia, debe concluir en el acto de vaciarse a uno mismo para convertirse en nadie. Cito directamente:
“La justicia es enemiga de las convicciones. El justo escucha más a las cosas que a sí mismo. Prescindir de la convicción es, al mismo tiempo, prescindir de sí mismo. Es decir, se trata de escuchar más, o ver más, a favor de las cosas y yendo más allá de esa convicción momentánea a la que siempre le es inherente un estar convencido de sí mismo. El justo se reserva su juicio, que siempre llega demasiado pronto… La justicia se ejerce manteniendo en suspenso la convicción propia, oyendo y escuchando, absteniéndose de sí mismo pues, en perjuicio del otro, el yo llega demasiado pronto”.
La cita también podría enviarse a la presidenta de la Confiep, cuyo gremio representa el ejemplo más palpable de la mismiedad, de lo ipsocéntrico, de aquello que solo tiende a sí mismo para afirmarse a sí mismo.
Muchos peruanos ya estamos cansados de escuchar el mismo sonsonete, el hipnótico mantra emitido por empresarios de dudosa moral. Y cansados también estamos de políticos que insisten en cumplir una función que han cumplido muy mal y continúan aferrándose a ella como si no hubiera pasado nada. Sería bueno que se animen a hacer una real autocrítica, lleguen a darse cuenta de que se equivocaron siempre (apoyaron hasta el cansancio a Toledo, a Alan y a PPK) y opten, ya muy pronto, por retirarse de la política a fin de intentar convertirse en nadie. Quizá eso sea lo más sano para ellos (y para nosotros).