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La sutil arrogancia de los empresarios peruanos

Publicado: 2018-07-05


Ayer en el programa “Nada está dicho”, Renato Cisneros intentó preguntarle al congresista Pedro Olaechea por qué los empresarios peruanos tienen tanta mala fama en muchos aspectos aunque muchos de ellos no se den cuenta. Discutiendo sobre los problemas (y lobbys) detrás de la ley de plásticos, el periodista hizo el siguiente comentario:

 “La percepción ciudadana de los congresistas que representan a        empresarios o de los empresarios es que se trata de un sector indolente, insensible, que vela más por sus intereses que por…”

Y, en ese momento, y con un tono muy tajante, el congresista lo interrumpió y dijo lo siguiente:

“Bueno es el sector que arma los 150 mil millones del presupuesto de los ingresos del Estado…”

Ese es exactamente el problema: los empresarios en el Perú creen que ellos “solitos” son los productores de la riqueza nacional. De manera increíble, invisibilizan el trabajo de los miles de obreros que realizan en sus empresas, fábricas o campos. Muchos creen que ellos son el todo.

Por ejemplo, si el sector agroexportador es hoy una punta de la producción nacional, eso no solamente se debe a las gestiones de los dueños de las tierras (cada vez concentrada en pocas manos) sino, además, a miles de trabajadores hoy llamados “mano de obra no calificada” que trabajan más de ocho horas en sus campos, no reciben CTS, tampoco gratificaciones, tienen solo 15 días de vacaciones al año y ganan alrededor de 1000 soles. Ese sector, sin embargo, contribuye a producir la riqueza de muchos otros, pero (bajo esas condiciones y con esos sueldos) no puede aspirar al ahorro (y, mucho menos, a tener una casa de playa, por ejemplo)

Todos los trabajadores del Perú somos partícipes y responsables de esa cantidad de dinero que recibe como ingreso el Estado peruano. Quienes no somos empresarios y solo tenemos nuestras manos o nuestra voz para trabajar (soy solo un profesor), también contribuimos a generar esa cantidad de la que habla el congresista Olaechea.

No hay que haber estudiado mucha economía para afirmar (y saber) que la riqueza la produce la sociedad en su conjunto y no un solo sector social. No hay que haber estudiado algo de lingüística o análisis de discurso para observar cómo hoy los empresarios peruanos se arrogan -ellos solitos- en sus discursos el crecimiento económico nacional y para notar cómo invisibilizan, en sus frases, el trabajo realizado por otros, muchas veces en pésimas condiciones bajo su propia responsabilidad. Muchos lo han dicho ya: buena parte de las formas de acumulación capitalista en el Perú tienen bastante de economía de enclave: por lo general dependen del trabajo barato y, por supuesto, del mercado informal.

Es grave: los empresarios peruanos ya no distinguen entre sus intereses particulares y los intereses de los demás. No ven la diferencia y eso se ha vuelto un problema para la conducción de la nación. PPK es el ejemplo más claro (y triste) de ello. El modelo que hoy los empresarios defienden se ha “naturalizado” tanto que ellos solo razonan de esta manera: “Lo que es bueno para mis intereses, es naturalmente bueno para todo el país”. Nuevamente, es el mismo gesto: creen, de manera autoritaria, que el interés de una parte -su parte- es el interés del todo.

Sin embargo, hasta una sociedad capitalista como la de los EEUU, a través de su Departamento de Trabajo, ha condenado el actual régimen laboral agroexportador pues se trata, a todas luces, de una nueva forma de esclavitud. En realidad, los empresarios peruanos siguen sin modernizarse para aquello que no les conviene y no tienen reparo en defender viejas prácticas esclavistas: el hoy recordado Aníbal Quijano llamó a esto la “colonialidad de poder”. Por razones históricas, los empresarios peruanos suelen construir sus negocios apelando a la mano de obra barata, a la desregulación, la cual siempre quieren generalizar hacia muchos otros rubros. La educación privada funciona también así: los dueños de colegios y universidades privadas están dispuestos a invertir en muchos rubros menos en los sueldos de quienes realizan la labor más importante: los profesores.

Un viejo filósofo húngaro, explicando las dinámicas de la mercancía (ese sistema en el que se oculta buena parte de la realidad) sostuvo lo siguiente:

“En la consciencia de los hombres el mundo aparece completamente diferente de cómo es en realidad, desfigurada en su estructura, arrancada de sus auténticas relaciones. Se precisa un trabajo mental muy especial para que el hombre del capitalismo pueda traspasar esta fetichización, para que tras las categorías materializadas (mercancía, dinero, precio, etc) determinadoras de la vida cotidiana de los hombres pueda comprender su auténtica esencia: las relaciones sociales de los hombres entre sí.”

Pero, bueno, ya sabemos que a los empresarios peruanos no les interesa la filosofía (y, algunos, hasta la desprecian). Este tipo de empresario ya nunca se pregunta qué es lo justo, sino solo cómo maximizar ganancias. Olaechea no parece una mala persona en lo privado pero, como muchos otros, dijo también que no se arrepentía de haber votado por Keiko a pesar de que sabemos muy bien lo que eso significa. Años atrás, el propio PPK bailó con ella, apoyándola, en un mitin político. Es decir, muchos de ellos están dispuestos a entregarle el país a una clarísima red de corrupción a costa de que no les toquen un mínimo de sus intereses.

Todo esto venía al caso de las discusiones en torno a la ley de plásticos. Necesitamos “plazos razonables de ajuste” decía el empresario, pero ya sabemos que en el Perú ese es un viejo truco: una vez cumplido el plazo se activan todos los lobbys para pedir una nueva extensión y así y así, y los verdaderos cambios siempre se postergan a efectos de no pensar en el bien colectivo y en la simple obsesión por maximizar ganancias. Hay miles de ejemplos sobre cómo nunca se cumplen los acuerdos y sobre permanentes “pedidos” de extensiones: el actual régimen laboral agrario, la reforma del transporte, los PAMA medioambientales, etc.


Escrito por

Victor Vich

Crítico literario. Doctor Georgetown University, EEUU. Enseña en la PUCP. Ex-profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes.


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