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tinta roja por alvaro portales

La crisis del periodismo peruano

Publicado: 2016-04-12

El periodismo en el Perú ha dejado de ser periodismo y se ha convertido en un simple abanico de artículos de opinión. La mayoría de los periodistas que hoy trabajan en el Perú solo opinan, pero no investigan, no cruzan datos, no relativizan lo propio, no van en busca de nuevos ángulos, no se informan, su única fuente es el internet (ay…) y hace mucho que no leen libros de historia, economía, antropología o filosofía (“¿Para qué sirve eso?”, dirán algunos”). En realidad, muchos de nuestros periodistas no deben leer casi nada. Durante la primera vuelta, ha quedado claro que se trata de un periodismo manipulador y monocorde. Son realmente poquísimos los que dan ejemplo de profesionalismo. La mayoría son los hijos pasivos de los 90s. Al igual que el obispo Arequipa, creen que el periodismo consiste en mostrarnos sus ideas. Muy triste.

El problema, el gravísimo problema, es que al hablar de la crisis del periodismo peruano casi nadie se siente aludido. El problema es que cuando se dice que tenemos el peor periodismo la de región nadie se siente aludido: ¿Mónica Delta se siente aludida? ¿Juan José Garrido se siente aludido? ¿Sol Carreño se siente aludida? ¿Roxana Cueva se siente aludida? No, probablemente ninguno de ellos se siente aludido. Todos ellos (y muchos más) están convencidos de que hacen un “buen trabajo”. Como ciudadanos todos tenemos derecho a opinar, y es muy bueno que eso se haga, pero un periodista debe ser mucho más que sus propias ideas. Un periodista (al menos, en teoría) es alguien que ha optado por mostrar la realidad en sus múltiples aristas –en su “sobredeterminación”, diríamos en la academia- y no alguien que se comporta como un “genio maligno” que manipula para intentar convencernos de sus inercias políticas.

Esa incapacidad de investigar, de salir de la propia ideología, es lo que hoy no se ve, o se ve muy poco, en el periodismo peruano. Es eso lo que lo ha vuelto una profesión que se sigue degradando día a día ante la sonrisa de una Lorena Alvarez que seguro se siente una gran periodista y, más aún, una correcta ideóloga. Más allá de haberse hecho el bacán (y haber querido convencernos de que sabe algo de semiótica) René Gastelumendi ahora debería concentrase en estudiar el suplemento escondido del capitalismo mundial y comenzar a rebuscar cuál es la real función de la compañías off shore en el Perú: ¿Yoshiyama o Kuczynski? Insistamos: ¿Raúl Vargas cree que cumple un papel correcto? Por aquí, en el Perú, cuando se habla de esto, nadie se siente aludido porque nos hemos vuelto una cultura sin capacidad para la autocrítica, una cultura evasiva de sus propias crisis. Nicolás Lucar ya es un caso irrecuperable pero el problema es que muchos otros ni se dan cuenta; casi todos están absolutamente convencidos de que no lo hacen tan mal. El domingo por la noche, Mario Ghibellini, por ejemplo (uno de los que, más allá de sus ideas, intenta hacer algo mejor) no aceptó ninguna crítica y casi suscribió la idea de que la prensa trataba a todos por “igual”.

El problema es que cuando se dice que tenemos el peor periodismo la de región nadie se siente aludido: ¿Mónica Delta se siente aludida? ¿Juan José Garrido se siente aludido? ¿Sol Carreño se siente aludida? ¿Roxana Cueva se siente aludida? No, probablemente ninguno de ellos se siente aludido. Todos ellos (y muchos más) están convencidos de que hacen un “buen trabajo” [...] ¿Raúl Vargas cree que cumple un papel correcto? Por aquí, en el Perú, cuando se habla de esto, nadie se siente aludido porque nos hemos vuelto una cultura sin capacidad para la autocrítica, una cultura evasiva de sus propias crisis.

Recapitulemos: ¿Por qué el diario El Comercio cerró su unidad de investigación? ¿No fue este un signo de la crisis final? Es cierto que volvió a abrirla, pero todo hace pensar que no debe haber mucha libertad ahí. Insistamos: es claro que las páginas de opinión son fundamentales, pero el problema es que los directores de los medios no entienden que ellas no pueden contaminar todas las noticias y quienes trabajan en la selección de éstas no pueden seguir pensando en manipular. Estos meses ha sido vergonzoso como algunos medios han seleccionado y resaltado algunas noticias, no por interés informativo, sino para difundir sus propias ideas y crear escenarios que perjudiquen a muchos candidatos. Aunque algunos intentaron hacerlo “solapa”, lo cierto es que algunos hemos sentido mucha indignación y más palabras.

En realidad, no es tan cierto de que se haya tratado sido una campaña muy “pobre” en ideas. Pensar así es casi un error. Lo que en esta campaña ha resaltado es, sobre todo, el pobrísimo papel del periodismo, uno que no sabe qué preguntar porque es pura ideología, porque no se informa y porque no parece tener ninguna voluntad de hacerlo. A Veronika le han preguntando mil veces la misma pregunta sin que alguien pasara a otro tema. Lo mismo sucedió con Alfredo Barnechea. Fueron los medios los que seleccionaron esas imágenes tontas, las repitieron hasta el cansancio y las agrandaron hasta el extremo. Ahora se lavan la manos cínicamente.

Lo que realmente en estos meses ha sido lamentable es cómo los periodistas intentan manipular a los ciudadanos. ¿Cómo funciona, por ejemplo, el programa titulado “La Hora N”? Si lo analizamos bien, no se trata tanto de un programa para informarnos sobre los problemas de la realidad peruana, como sí de una vitrina para mostrarnos cómo piensa su conductor. El grave problema es que, luego de 15 años, ya todos sabemos cómo piensa su conductor y la verdad es que estamos aburridos de las mismas preguntas y de los mismos comentarios. ¿El canal N sería capaz de contratar a un periodista de izquierda que tenga una programa parecido pero que haga otro tipo de preguntas a sus invitados? Es seguro que no sería capaz.

Lo cierto, en última instancia, es que los medios peruanos no hacen el esfuerzo por ser plurales. El 90% (o más) de los periodistas actuales son de derecha. Una columna contraria y distinta aparece en ellos casi como un “gesto de caridad” y no como un agente estructurador de las noticias. Aldo Mariátegui, por ejemplo, tiene todo el derecho de pensar lo que piensa, toditito, por supuesto, pero lo cierto es que ningún medio aceptaría a alguien, con ese mismo estilo, digo, con ese mismo lenguaje, con ese mismo rencor, pero con una ideología distinta. Ninguno lo aceptaría.

Durante esta primera vuelta, el papel de los medios ha sido lamentable, pero intuyo que no se dan cuenta de su falta de profesionalismo. Más bien hoy están felices. En realidad, los medios siguen sin aprender de sus errores porque en el Perú la historia no cuenta, el pasado no cuenta, la historia peruana no es un actor político, sino el recuerdo de una vieja clase en el colegio. “Ellos son los malos; no yo”. En el Perú mandan los intereses económicos y lo cierto es que siempre hacen lo que les da la gana. Los peruanos somos sujetos manipulables, claro que sí, no somos personas tan racionales como algunos piensan, claro que sí, pero lo cierto es que a veces, a veces, podemos protestar por lo que sucede. Aunque las bombardas siguen explotando en las tribunas de los estadios, aquí no hay nadie que cancele el partido.

¿Habrá algo que debatir en la segunda vuelta? No está muy claro. Los dos candidatos representan lo mismo. Uno es subconjunto del otro y el problema es que no sabemos cuál es cuál. El debate, sin embargo, podría adquirir algo de interés si el Frente Amplio le coloca una “hoja de ruta” a PPK. Si ellos se la colocaron a Humala ¿por qué ahora no puede ser al revés? En todo caso, el hecho de que Kenji haya sido el congresista más votado en el Perú es también el signo de la gravísima crisis de reflexión política que, junto con la educación peruana, el actual periodismo contribuye a agrandar. Hagamos votos para que, desde ya, el periodismo peruano pueda llegar a ser un mejor periodismo, más informado, más crítico, más sensato, menos hijo de Fujimori y de ese grupito de neoliberales que están seguros que lo saben todo. Es urgente construir una profesión un poco más digna de lo que hoy es.



Escrito por

Victor Vich

Crítico literario. Doctor Georgetown University, EEUU. Enseña en la PUCP. Ex-profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes.


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