¿Qué paso con el festival del libro en Arequipa? En el Perú, las autoridades siguen sin apoyar iniciativas culturales y siguen sin entender que somos los ciudadanos, y no solo los turistas, los tenemos el derecho a la ciudad, vale decir, lo que tenemos derecho a utilizar los espacios públicos y a proponer y a recibir servicios culturales en ellos.

¿Cuáles es el plan de trabajo en política cultural de la municipalidad de Arequipa? ¿Cuáles son las políticas culturales del gobierno regional? ¿Tienen algunas propuestas o ha decidido imitar las prácticas del alcalde de Castañeda en Lima? La prensa local y nacional debería entrevistarlos para saber cuáles son, efectivamente, sus propuestas culturales para la ciudad.

La semana pasada que visité Arequipa y me di con la sorpresa de que la biblioteca Vargas Llosa no estaba abierta el publico y que, otra vez, primaba una actitud defensiva ante la población: “No, no se puede, solo para investigadores, solo con permiso”. Me quedé sorprendido. Las bibliotecas deben estar abiertas para todo aquel que quiera utilizarlas, desde el más pobre hasta el más rico, desde el más estudioso hasta el simple curioso. Algunos dicen que el cierre es momentáneo, pero ya sabemos que en el Perú ese tipo de medidas pueden durar años. De hecho, en la fachada de la lindísima casona que la alberga, lo que destaca no es el nombre de la biblioteca sino, sobre todo, unas letras inmensas que dicen “Gobierno regional de Arequipa”. ¿Por qué ese nombre ahí? ¿Por qué ese afán de protagonismo, tan absurdo, tan abyecto, de este tipo de instituciones? ¿Vargas Llosa está enterado de lo que está sucediendo con sus libros?

Los organizadores del festival del libro de Arequipa no tuvieron mejor idea que organizarlo alrededor de la Plaza de Armas y, por lo mismo, ésta se convirtió, por unos días, no solo en el lugar para una gélida postal turística, sino en un espacio muy vivo que los propios ciudadanos han podido disfrutar de otra manera. El tiempo que estuve por allá pude ver la gran afluencia de gente preguntando y comprando libros. Mejor aún: los conversatorios y las presentaciones se organizaron ahí mismo, al aire libre, en el medio de la plaza, como eventos maravillosos integrados en la vida de la ciudad. Yo participé de uno de ellos y la verdad es que fue una experiencia inédita, valiosísima, que los limeños deberíamos replicar e imitar por aquí. En efecto, las plazas públicas son para eso mismo: lugares libres para reunirse, para conversar, para recibir servicios culturales, para proponer otros, para participar de un ágora, para construir una esfera pública alternativa a la de los tristes medios de comunicación.

Me he enterado de que luego de una semana de críticas y maltrato, hoy las autoridades han decidido cambiar la feria de lugar. Dicen algunos que la presión de las agencias turísticas ha sido muy fuerte y se dice también que las autoridades de la Municipalidad no han sabido defender un evento de tal naturaleza. Es una lástima. Es indignante. Vivimos una época donde importan más los turistas pasajeros, que los propios habitantes de la ciudad. Vivimos una época, muy degradada, donde los que interesa son los escándalos de la farándula y no los eventos de este tipo. Vivimos, en efecto, una época llena de autoridades incompetentes, de funcionarios sin visión, de políticos improvisados que no promueven nuevas formas de habitar las ciudades sino que, por el contrario, insisten en convertirlas en espacios hostiles, siempre sometidos al poder del capital.