La poesía de Alan García
Nuevas aproximaciones críticas
Es poeta, pero no es zurdo, aunque siempre ha querido patear con las dos piernas: ser político y ser intelectual a la vez. Ha sido presidente dos veces y ha publicado libros que se venden como “pan caliente” por todos lados, pero que no aparecen citados en ningún ensayo académico que quiera respetarse un poquito. Es abogado, pero también novelista, aunque el autor de esa novela siempre estuvo en cuestión. Acaba de escribir un libro sobre historia colonial, pero también publicó otro de economía agraria. Da charlas sobre la revolución francesa, pero a la vez comenta con soltura la pintura de Szyszlo (a quien ahora llama “Godi”.). No cabe duda: Alan es nuestro Stalin. Dentro de poco, nos sorprenderá -seguro- con un tratado sobre el quechua de Chachapoyas.
Pero lo que ahora importa aquí es su última obra, sí es suya. Aunque la poesía del siglo XIX es su fuente más clara, Alan no quiere ser un poeta del pasado. Podemos decir entonces que la influencia de Chocano es notable, pero que surge también algo egureniano en esa nueva poesía aprista. En ella, en efecto, emerge un universo fantasmal, algo que el poeta sabe que no puede ser atrapado fácilmente y que son como espectros que siempre retornan del pasado. Pero no solo eso: en estos versos surge además una energía mística que pudiera haberse aprendido del erotismo material de los textos de Moro. Este es un poeta que conoce a fondo la tradición nacional y que se mueve sin problemas en ella. Notemos estos versos:
Blasón, heraldo, rey rojo,
Estrofa de terracota,
¡Oh gran ballena varada!
La verdad es que hay que ser muy bueno para escribir algo así. No es fácil juntar toda la tradición de esa manera. Por lo demás, Alan hereda de los cincuentas cierto aire político, pero sabe bien que la poesía debe ser mucho más que aquello. Sabe que no hay que tenerle miedo al lenguaje y que hay que combinar la construcción de figuras retóricas muy astutas con frases mucho más calmas al alcance de todos. En esta poesía, el neobarroco -tan de culto entre los poetas y críticos actuales- también se ha hecho presente, sobre todo, en ese aire salino que seguro le viene de Valderomar o de tantos poemas marinos que recorren nuestra importante tradición lírica. Como pocos, se trata de un poeta que hibridiza el pasado con la vanguardia, el hipérbaton con el coloquialismo, el intimismo profundo (y religioso) con el más auténtico sentimiento patrio.
Hasta el momento son pocos los estudios dedicados al poema, pero estoy de completamente acuerdo con Frisancho cuando sostiene que en ese poema hay que notar un imaginario de animales -casi un bestiario medieval- que debemos analizar con mayor profundidad. Por lo demás, un estudiante en busca de tema de tesis podría rastrear, en esas metáforas tan rojiblancas, tan cargadas de orgullo, algunos rastros de las letras de la música criolla que, quizá, le han llegado vía la lectura de Juan Gonzalo Rose o, mejor aún, de la influencia de Serafina Quinteros. No es difícil darse cuenta que Alan llegó a los versos de Serafina debido a su profundo conocimiento de la poesía de Blanca Varela.
Si Alan estuviera en secundaria y si el jurado de los Juegos Florales hubiera estado conformado por el General Donayre, Monseñor Cipriani y el actual alcalde de Surco, seguro hubiera ganado el primer premio por unanimidad. Nadie puede dudar de eso. Y si estuviéramos en los años veinte, Martha Meier lo hubiera condecorado con hojas de laurel en el Parque de la Exposición. Pero hoy, este nuevo vate de las letras nacionales debería ser condecorado por el presidente de APEGA en la casa de la gastronomía peruana. Sí, esa bellísima casona que hoy cuenta con cebiches de plástico, pollos a la brasa de yeso y lechugas de tecnopor.
“Estoy decepcionada del APRA y de los hombres” fue la frase que dijo la poeta Magda Portal luego que Haya de la Torre votara en contra de una participación más igualitaria de las mujeres dentro del partido. La dijo alguien como ella que vivió la tortura, la cárcel, el exilio y todo tipo de maltratos cuando el Apra todavía era un partido serio. Hoy, luego de haber publicado ese poema en El Comercio -cuyo suplemento Dominical debería ser premiado como el mejor en la historia de los pueblos indoamericanos- , algún crítico podría decir que la nueva poesía aprista es una profunda decepción, pero eso, sin duda, sería un comentario inaceptable e injusto. No es así la cosa. Si perdemos en La Haya debemos celebrar igual porque la cultura peruana se ha enriquecido con esta intensa alegoría, según el decir del decano de la prensa nacional. ¡Loor a los vates del pueblo! ¡Loor a los cursos de oratoria en Alfonso Ugarte! ¡Loor al patriotismo combi! “A barriga llena, poesía contenta”. Este es un poema que se mueve muy bien en las alturas más altas del morro solar o del morro de Arica. Sí, por allá mejor. Mucho mejor.