Jedeque

el delirio del Cordero

Publicado: 2024-05-05


La obra de Miguel Cordero ha perdido el juicio. Sus imágenes han tomado caminos delirantes en una escena artística tan dinámica como la que tenemos en las últimas décadas. Felizmente, los artistas no son como esos economistas peruanos que han quedado secuestrados por un solo paradigma. Felizmente, hay mucha creatividad en el arte peruano actual. A diferencia de quienes no se cansan de repetir las mismas recetas, en las artes peruanas hay riesgo, esa voluntad de producir algo verdaderamente nuevo a pesar de vivir en un escenario dominado por la censura y el autoritarismo, sino por la indiferencia.

Todos en el Perú deberíamos imitar esa incansable búsqueda de lo impredecible. En realdad, todo artista que se respete debe perder juicio. “Solo Ser porque nada sé” es el aforismo con el que se abre la publicación de un estupendo catálogo que reúne testimonios, apuntes y fotografías de sus obras que fueron expuestas hace ya siete años en la galería de la municipalidad en Miraflores hoy convertida en una sala para pagar impuestos. Son, en efecto, nuestras autoridades las que nunca pierden el juicio pues saben bien cuáles son las cosas que importan como los Rolex o las camionetas Bentley.

Hay mucho por comentar en esta fascinante obra, pero solo diré que el libro tiene como imagen central el bellísimo ciempiés dorado que el artista realizó en coordinación con la asociación de artistas Llapan Pallay Yachac en la comunidad de Patabamba en las alturas de Cusco. Se trata de una chompa confeccionada con lanas de oveja que puede ser usada por 50 personas al mismo tiempo. La comunidad se introduce en ahí para dialogar con el país, con los cerros y la laguna de su alrededor. En el medio de la ideología del “sálvense quien pueda”, en el medio de un individualismo antisocial, de un economicismo vulgar, de la privatización de todo lo existente y de la permanente destrucción del mundo natural a razón del lucro presentista, esta chompa aboga por la urgente necesidad de restaurar el vínculo colectivo, la idea de lo común, la necesidad de mayor igualdad entre todos los peruanos. Más allá de la ideología de la competencia, sin solidaridades mínimas no parece haber futuro posible.

Vivimos un tiempo bárbaro donde los poderosos piden que el arte sea expulsado de galerías (convertidas ahora en escritorios para la burocracia) y de las salas de cine (homegenizadas bajo una sola estética). Nuevamente, hemos ingresado a una época oscura llena de quemas de libros como aquella que nos contó el narrador del Quijote. Cada vez más, los artistas cuentan con menos espacios para mostrar su trabajo y la esfera pública parece no interesarse por ellos justo en el momento de una crisis educativa de proporciones mayores. Sin lugar, sin función, sin público, hoy los artistas peruanos parecen obligados a seguir cualquier tipo cursos (criminalística, panadería, etc.) a fin de poder sobrevivir. Los diplomas de esos cursos se exhiben también en este catálogo que no está a la venta pero que sí se canjea por otro libro que debe estar destinado a la biblioteca del colegio 50190 del poblado de Patabamba.

Debemos celebrar que Miguel Cordero haya perdido el juicio. Tenemos que admirar que se haya vuelto un jedeque, vale decir, un verdadero dolor de cabeza (un headache) para la sociedad peruana (y arequipeña) actual. Tenemos que pedir que nos contagie de su auténtico llanto como contagió esa fascinante conversación con Alonso Velásquez de quien robo estas palabras: “Ojalá, Miguel, tus plumas de pelícanos sean abono para las flores del kisuar.” Ojalá. Sí. Así sea.


Escrito por

Victor Vich

Crítico literario. Doctor Georgetown University, EEUU. Enseña en la PUCP. Ex-profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes.


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